Ernesto Noboa y Caamaño

 Ernesto Noboa y Caamaño

Guayaquil, 1891 - Quito, 1927) Poeta ecuatoriano. Junto a Arturo Borja, Humberto Fierro y, según una parte de la crítica, Medardo Ángel Silva, Ernesto Noboa formó parte del grupo de poetas que supuso la irrupción y apogeo del modernismo en Ecuador y que es conocido como «Generación decapitada», llamada así por el prematuro fallecimiento de sus miembros.



Hijo de una familia acomodada que había participado activamente en la política nacional (los presidentes José María Plácido Caamaño y Diego Noboa figuran entre sus antepasados), cursó estudios primarios en Guayaquil. Se trasladó después a Quito, donde prosiguió sus estudios e inició una estrecha amistad con Arturo Borja. Ambos poetas constituirían luego el núcleo del grupo de Quito.

Ernesto Noboa Caamaño se vio siempre acosado por la neurosis que sólo la morfina lograba calmarle. Buscó fortalecer su mente viajando por Europa, pero en el fondo se sentía irremediablemente perdido, y sin ánimo para sobreponerse a la soledad de su mundo. En su poesía, revestida de inigualable delicadeza y perfección, se nota la influencia de Samain, Verlaine y Baudelaire; de los simbolistas franceses recuperó la potencia de las formas y de las imágenes.

Casi toda su obra, marcada por la angustia y el hastío, se halla recogida en el libro Romanza de las Horas, publicado en 1922. Para algunos, su poema Emoción vesperal marcó toda una época. Es uno de los poetas ecuatorianos más difundidos, y muchos de sus poemas son repetidos y cantados por el pueblo. También escribió algunas obras de crítica.


EGO SUM

Autor: Enersto Noboa y Caamaño

Amo todo lo extraño, amo todo lo exótico;
lo equívoco y morboso, lo falso y lo anormal:
tan sólo calmar pueden mis nervios de neurótico
la ampolla de morfina y el frasco de cloral.

Amo las cosas mustias, aquel tinte clorótico
de hampones y rameras, pasto del hospital.
En mi cerebro enfermo, sensitivo y caótico,
como araña poeana, teje su red el mal.

No importa que los otros me huyan. El aislamiento
es propicio a que nazca la flor del sentimiento:
el nardo del ensueño brota en la soledad.

No importa que me nieguen los aplausos humanos
si me embriaga la música de los astros lejanos
y el batir de mis alas sobre la realidad.

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